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Papá es un fanático del salmón, y este año está haciendo un agresivo cabildeo para que el platillo estelar de Nochebuena sea el pescado rico en Omega 3 y otros nutrientes raros. Parece que a nadie más se le antoja.
Mamá siempre lucha para que cenemos romeritos y el famoso bacalao a la vizcaína. Como ella es la gobernante absoluta del cuarto en el que los complejos alimentos comienzan a vivir, siempre hay romeritos en la cena. El bacalao no corre la misma suerte por ser más pesado y chocar con otros platillos igualmente sustanciosos.
Piernas de pavo es lo que siempre demanda la hermana mayor. No importa qué cosa se vaya a cenar en Nochebuena, la primogénita tiene garantizado que mamá -aparte de lo que comemos los demás- le servirá la gigantesca extremidad del guajolote.
La otra hermana no se conforma con la pierna del ave,pide el pavo completo. La familia supone que no pide el platillo en cuestión sólo por el sabor, sino también, y principalmente, por la imagen de feliz familia unida que l pavo en la mesa es capaz de transmitir.
Por mi parte -los que me conocen lo saben muy bien-, siempre prefiero que el menú, cualquiera, no sólo el de Navidad, contenga una fuerte dosis de carnes rojas. El puerco no ejerce una fascinación tan fuerte sobre mi como la res, pero es medianamente aceptable. Las hamburguesas, aunque no las pido para Navidad, me encantan, y con mayor razón si la carne está bien condimentada.
En fin, ignoro si las otras familias que habitan esta pequeña esfera llamda tierra tienen los mismos problemas para escoger la cena navideña. En efecto, los lectores estarán pensando que muchas personas ni siquiera pueden "pelearse" por cuál debe ser el gran platillo en la cena de Navidad porque sencillamente no tienen qué comer.
En México ya es temporada navideña desde hace meses, pero es a partir de noviembre cuando las compras y el consumismo se empiezan a acentuar. Cada año se dice lo mismo un millón de veces, pero sí creo que es importante reflexionar sobre las grandes carencias que sufen algunas personas, mientras otras tienen de todo en abundancia (para tirar al final, por cierto).
De verdad espero que este años la cena navideña no sea motivo de discusión en mi casa. Ojalá todos -ustedes y yo- podamos pensar más en el sufrimiento de los pobres haitianos, por ejemplo, que se mueven de cólera a casi un año del terremoto que dejó a muchos isleños sin casa.
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