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La Duquesa, según se ve en la película, es extremadamente infeliz en su matrimonio, en especial por las continuas infidelidades de su marido. Georgiana aprende a tolerar las aventuras el Duque, pero la desgracia se apodera por completo de ella cuando descubre la relación adúltera que William mantiene con Bess, su mejor amiga y único consuelo. Ridículamente los tres viven bajo el mismo techo por 25 años; Bess será la amante, y Georgiana, la esposa. Eventualmente, Bess, al morir la Duquesa, se casa con el Duque.
Por despecho, Georgiana se ve involucrada en un intenso amorío con Charles Grey (quien por cierto se convirtió en Primer Ministro y en cuyo honor se nombró el exquisito té Earl Grey). Las aventuras del joven y agradable Grey con Georgiana traen como consecuencia el nacimiento de Eliza, niña que se vio obligada a crecer lejos de sus padres para evitar el escándalo.
El tema de esta entrada no es la película porque no soy crítica de cine, pero me da pie para contar lo que sucedió después de que termino la cinta. La leyenda "Basada en una historia verdadera" siempre despierta mi curiosidad, así que pensé que sería interesante investigar que tan cierto es el retrato que se había presentado de la Duquesa de Devonshire.
Todo es cierto: el matrimonio desastroso y vacío de amor, la aventura con Lord Grey, la existencia de Bess, el nacimiento de Eliza y la importancia de Georgiana en la vida política y social de la Inglaterra del siglo XVIII.
Como una cosa lleva a la otra, lo que empezó siendo una búsqueda sobre los Duques de Devonshire, terminó con el artículo que alguien publicó en la Wikipedia sobre Eton, la prestigiosa escuela inglesa de la que han salido diecinueve primeros ministros, incluido David Cameron. Llegué hasta ahí a través de complicados árboles genealógicos llenos de nombres desconocidos y sin mucha importancia, a pesar de que muchos ostentaban títulos de la elegante nobleza inglesa.
Es triste pensar que en unos años muchos de los que hoy habitamos la tierra terminaremos siendo un triste renglón en el árbol genealógico de algún extraño tataranieto que vivirá en la luna porque será contratado por una importante compañía interplanetaria. Y luego de varios años ni siquiera ocuparemos el renglón porque las ramas del árbol habrán crecido tanto que ya no existirá ningún espacio y porque tampoco respirará alguien que se acuerdo de nuestra existencia.
Yo sólo puedo llegar -sin contar las suposiciones históricas como Rob Roy, los Duques de Argyll y Nathan Hale- hasta Henry Laubscher y Catherine Schaeffer, pobres granjeros alemanes, bisabuelos de mi bisabuelo por el lado paterno. Lo demás, como se dice, es historia.
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