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En estos momentos me parece graciosa la existencia de la Ley de la Oferta y la Demanda. Si no fuer por las clases de Empresa Informativa y economía que tomé en la Universidad, no entendería lo mínimo sobre la curva de precios y demás conceptos que se relacionan con ella.
Todo esto de la economía, precios y dinero es un producto de la imaginación del hombre por el simple hecho de que depende de nosotros cuánto valen las cosas. Si todos nos pusiéramos de acuerdo en considerar al oro como algo sin valor y de repente nadie lo quisiera, el precio del metal “precios” se desplomaría.
Mi mamá compró una caja de Froot Loops y dentro venía- aparte del cereal, por supuesto- un lanzzer de Transformers. Como bien sabrán todos los que se han encontrado un juguete en una caja de cereal, el lanzzer es una de esas mugritas que entretienen por un rato, pero que después terminan hartando a las personas y rodando por toda la casa hasta que alguien se anima a tirarlas al bote de basura. Pero, pensando en esto del principio de la oferta y la demanda, si yo dijera en algunos 50 años que ese pedazo de plástico fue lo que inspiró al más grande artista del siglo XXI-sólo Dios sabe quién será- a pintar su obra maestra, esa mugrita se convertiría en una “joya” invaluable.
A mi parecer le damos mucho valor a las cosas materiales, en especial a las piezas únicas para, según yo, poseer un pedazo de historia. Nos aferramos al pasado y tratamos de ser parte de las cosas más grandes que ha creado la humanidad. Y por supuesto que monetariamente esas cosas valen mucho, simplemente todos las queremos tener. A mi me encantaría tener entre mis posesiones una pelota firmada por “El Gran Bambino” o una pintura original de Monet o Renoir colgada en mi recámara, pero no tengo suficiente dinero para comprarlas.
Y lo mismo-gracias a mi hermana que me lo recordó- hacemos con las personas. Me parece que todos tenemos algún ídolo o alguien a quien admiramos profundamente y por quien nos volvemos locos. Clásico es el ejemplo de las chicas que gritaban y luego se desmayaban de la emoción al ver a Los Beatles bajándose de un avión en la década de los 60. Olvidamos que Los Beatles y toda la gente famosa, exitosa o poderosa, es exactamente igual a nosotros. Pero los idolatramos sólo porque nos encanta lo que hacen. Creo que nadie de los que leen mi blog pagaría algo por tener un poco de mi cabello, pero muchos pagan una millonada por el de Britney Spears. Es difícil creer que con lo babas que somos el mundo siga girando. Y sólo "honor a quien honor merece".
Todo esto de la economía, precios y dinero es un producto de la imaginación del hombre por el simple hecho de que depende de nosotros cuánto valen las cosas. Si todos nos pusiéramos de acuerdo en considerar al oro como algo sin valor y de repente nadie lo quisiera, el precio del metal “precios” se desplomaría.
Mi mamá compró una caja de Froot Loops y dentro venía- aparte del cereal, por supuesto- un lanzzer de Transformers. Como bien sabrán todos los que se han encontrado un juguete en una caja de cereal, el lanzzer es una de esas mugritas que entretienen por un rato, pero que después terminan hartando a las personas y rodando por toda la casa hasta que alguien se anima a tirarlas al bote de basura. Pero, pensando en esto del principio de la oferta y la demanda, si yo dijera en algunos 50 años que ese pedazo de plástico fue lo que inspiró al más grande artista del siglo XXI-sólo Dios sabe quién será- a pintar su obra maestra, esa mugrita se convertiría en una “joya” invaluable.
A mi parecer le damos mucho valor a las cosas materiales, en especial a las piezas únicas para, según yo, poseer un pedazo de historia. Nos aferramos al pasado y tratamos de ser parte de las cosas más grandes que ha creado la humanidad. Y por supuesto que monetariamente esas cosas valen mucho, simplemente todos las queremos tener. A mi me encantaría tener entre mis posesiones una pelota firmada por “El Gran Bambino” o una pintura original de Monet o Renoir colgada en mi recámara, pero no tengo suficiente dinero para comprarlas.
Y lo mismo-gracias a mi hermana que me lo recordó- hacemos con las personas. Me parece que todos tenemos algún ídolo o alguien a quien admiramos profundamente y por quien nos volvemos locos. Clásico es el ejemplo de las chicas que gritaban y luego se desmayaban de la emoción al ver a Los Beatles bajándose de un avión en la década de los 60. Olvidamos que Los Beatles y toda la gente famosa, exitosa o poderosa, es exactamente igual a nosotros. Pero los idolatramos sólo porque nos encanta lo que hacen. Creo que nadie de los que leen mi blog pagaría algo por tener un poco de mi cabello, pero muchos pagan una millonada por el de Britney Spears. Es difícil creer que con lo babas que somos el mundo siga girando. Y sólo "honor a quien honor merece".
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