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Hoy llegó un perro a vivir con la familia, otro más en la larga lista de mascotas que han formado parte de la casa. Es un dálmata que mi hermana pequeña consiguió en adopción de una señora bastante exótica –tiene un café Internet decorado en el exterior con una pintura que muestra una parvada de flamingos– que forma parte de una asociación protectora o algo por el estilo.
De un tiempo para acá he notado que se ha puesto muy de moda todo lo que tiene que ver con los derechos de los animales. No entraré en planteamientos filosóficos para discutir sobre la dignidad de los animales porque nunca voy a dejar a nadie conforme. Lo que sí es claro es que hay personas, muchas personas, que últimamente se dedican a defender a los animales con más furia que a los niños que viven desprotegidos en las calles de esta ciudad.
Mi hermana es siempre una excelente fuente de anécdotas perrunas porque mantiene un intercambio regular de ideas con los socios de las organizaciones protectoras de animales. En una ocasión ocurrió que se peleó con una mujer completamente obsesionada con los perros. Sinceramente no recuerdo porqué surgió el conflicto, pero sí el hecho de que la mujer en cuestión insultó a mi hermana porque en mi casa valoramos más a las personas que a los animales.
Debo aclarar que no estoy de acuerdo con que algunas personas mutilen y torturen a los perros ni a ninguna otra clase de animal, pero tampoco me parece bien que se valore más a un animal que a un bebé. Mamá también es una rica fuente de anécdotas fantásticas: mientras ella caminaba por una tienda departamental, cuyo nombre evoca a un puerto inglés, una feliz familia hacia su propio recorrido por los pasillos atiborrados de gente. Lo particular de esta familia es que el inquilino de la carriola que llevaban no era un bebé, sino una perra con vestido, moños, holanes y toda la cosa.
A diferencia de cuando era niña, ya casi no se ven mujeres embarazadas, pero, al menos en mi colonia, casi todo mundo pasea a algún perro, aunque sea uno estilo rata mugrosa. Y me molesta porque también es cierto que la mayoría de los dueños desconsiderados jamás recoge los regalitos que sus tiernas y hermosas mascotas van dejando por ahí.
En el caso de los perros, como en prácticamente todo, se debe encontrar el equilibrio perfecto. Ni los perros ni ningún animal están para satisfacer la curiosidad y los deseos morbosos de los humanos, pero tampoco deben ser tratado como reyes. Es muy injusto lo que hacía, por poner un ejemplo, el actual mariscal de campo de las Águilas de Philadelphia, Michael Vick, quien en sus ratos libres se dedicaba a organizar peleas de perros. Pero también creo que es igual de injusto vestir a las perras de muñecas, subirlas en una carriola y llevarlas de paseo el domingo a la tienda departamental que la gente visita, cosa que considero como maltrato hacia los animales. Cierro con un poema que publicó George Orwell, escritor británico, en su excelente novela “Rebelión en la granja”:
Beasts of England, Beasts of Ireland,
De un tiempo para acá he notado que se ha puesto muy de moda todo lo que tiene que ver con los derechos de los animales. No entraré en planteamientos filosóficos para discutir sobre la dignidad de los animales porque nunca voy a dejar a nadie conforme. Lo que sí es claro es que hay personas, muchas personas, que últimamente se dedican a defender a los animales con más furia que a los niños que viven desprotegidos en las calles de esta ciudad.
Mi hermana es siempre una excelente fuente de anécdotas perrunas porque mantiene un intercambio regular de ideas con los socios de las organizaciones protectoras de animales. En una ocasión ocurrió que se peleó con una mujer completamente obsesionada con los perros. Sinceramente no recuerdo porqué surgió el conflicto, pero sí el hecho de que la mujer en cuestión insultó a mi hermana porque en mi casa valoramos más a las personas que a los animales.
Debo aclarar que no estoy de acuerdo con que algunas personas mutilen y torturen a los perros ni a ninguna otra clase de animal, pero tampoco me parece bien que se valore más a un animal que a un bebé. Mamá también es una rica fuente de anécdotas fantásticas: mientras ella caminaba por una tienda departamental, cuyo nombre evoca a un puerto inglés, una feliz familia hacia su propio recorrido por los pasillos atiborrados de gente. Lo particular de esta familia es que el inquilino de la carriola que llevaban no era un bebé, sino una perra con vestido, moños, holanes y toda la cosa.
A diferencia de cuando era niña, ya casi no se ven mujeres embarazadas, pero, al menos en mi colonia, casi todo mundo pasea a algún perro, aunque sea uno estilo rata mugrosa. Y me molesta porque también es cierto que la mayoría de los dueños desconsiderados jamás recoge los regalitos que sus tiernas y hermosas mascotas van dejando por ahí.
En el caso de los perros, como en prácticamente todo, se debe encontrar el equilibrio perfecto. Ni los perros ni ningún animal están para satisfacer la curiosidad y los deseos morbosos de los humanos, pero tampoco deben ser tratado como reyes. Es muy injusto lo que hacía, por poner un ejemplo, el actual mariscal de campo de las Águilas de Philadelphia, Michael Vick, quien en sus ratos libres se dedicaba a organizar peleas de perros. Pero también creo que es igual de injusto vestir a las perras de muñecas, subirlas en una carriola y llevarlas de paseo el domingo a la tienda departamental que la gente visita, cosa que considero como maltrato hacia los animales. Cierro con un poema que publicó George Orwell, escritor británico, en su excelente novela “Rebelión en la granja”:
Beasts of England, Beasts of Ireland,
Beasts of every land and clime,
Hearken to my joyful tidings
Of the Golden future time.
Soon or late the day is coming,
Tyrant Man shall be o'er thrown,
And the fruitful fields of England
Shall be trod by beasts alone.
Rings shall vanish from our noses,
And the harness from our back,
Bit and spur shall rust forever,
Cruel whips no more shall crack.
Riches more than mind can picture,
Wheat and barley, oats and hay,
Clover, beans and mangel-wurzels
Shall be ours upon that day.
Bright will shine the fields of England,
Purer shall its waters be,
Sweeter yet shall blow its breezes
On the day that sets us free.
For that day we all must labour,
Though we die before it break;
Cows and horses, geese and turkeys,
All must toil for freedom's sake.
Beasts of England, Beasts of Ireland,
Beasts of every land and clime,
Hearken well, and spread my tidings
Of the Golden future time.
Imagen: Pug (carlino) vestido como Marilyn Monroe. Cortesía: Life.com
1 comentario:
Este texto esta de lujo. A cuidar mucho al dálmata. Me gustaria concoelo, aunque de lejitos, por mi terrible pavor a los perros.
Nacif G.
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