martes, 16 de diciembre de 2008

Para los que no tienen memoria


Faltan algunos minutos para que den las tres en la Ciudad de México. En algunas partes del mundo la noche ya ha devorado al sol una vez más en su eterna lucha por dominar al hombre. Si la noche gana, el hombre duerme; si gana el sol, el hombre trabaja.


París, a pesar de ser la Ciudad de las Luces, en estos momentos se prepara para dormir porque, como es diciembre, el sol no voltea a ver a los parisinos, o a ningún otro europeo en estos momentos.


Las panaderías y los cafés deben estar cerrados. El río Sena, en lugar de reflejar la luz del sol, tiembla silenciosamente bajo la luz de los faros que alguien puso a lo largo de las decenas de puentes que deben cruzarlo.


Nunca he estado en París, pero mi mente recrea lo que otros me han contado. Me puedo imaginar al Sena, largo y silencioso reflejando la luna otra noche más, que para él ya no será novedad.


Hoy el río parisino debe dormir pacíficamente. Mañana, seguramente, algún visitante lo contemplará por primera vez y sabrá, ahora por su cuenta, del encanto del Sena y de sus puentes. Eventualmente, claro, la poderosa Eiffel distraerá al turista, y el Sena, con sus puentes, pasará a un segundo plano. El turista recordará al maravilloso Sena sólo cuando alguien le pregunte cómo se llama el río de París. El turista, haciendo alarde de su amplia cultura, contestará, en mal francés, que el río se llama Senne. Pero por supuesto que podrá describir a la perfección a Eiffel, aunque las pinturas escondidas en el Louvre sean mejores.


Un día después, el turista visitará alguna panadería, o una boulangerie, de París, pedirá un croissant, cruzará la calle y, por supuesto que en mal francés, pedirá un cafe au lait en alguna cafetería. Las terrazas del café, en especial las que ven hacia la Torre Eiffel, han sido protagonistas en la mente del turista que ahora se sienta a comer su croissant, tomar su café au lait y disfrutar de la magnífica vista que ofrece el local parisino. Ese momento quedará grabado ene le corazón y en la mente de nuestro querido turista para siempre...


Puede ser que París no sea lo que describo, pero en lo personal quiero que sea éso. París es la ciudad que huele a pan, que está inundada de rosas y de las notas que salen del acordeón. Muchas parejas de enamorados pasean por los puentes del Sena y señora elegantes entran a las mejores boutiques de Champs Elysees.


Después de algunos maravillosos días en París, el turista irá a una playa, lo más probable es que sea una en la Costa Azul. El mar le recordará aquella canción de Charles Trénet, y la situación en general lo convertirá en un personaje más de alguna hermosa pintura impresionista de playa que vio colgada en algún museo que no recuerda bien.


Regresará a París, comprará algunos souvenirs y se subirá al avión. Al contemplar la noche en la Ciudad de las Luces, el turista quedará enamorado de ella y prometerá regresar. Un año después, mientras su avión despega de alguna otra ciudad, olvidará París y lo único que quedará es el recuerdo de Eiffel y una borrosa imagen del Sena.


Imagen: digitalaltacalidad.com

viernes, 21 de noviembre de 2008

Aquellos lugares...


Lo he dicho muchas veces, no lo hago de manera irrespetuosa, y lo seguiré diciendo: no quiero terminar trabajando en un cubículo el resto de mis días.


Una rápida revisada a aquello que me inyecta ánimos ha provocado que mis ojos contemplen una vez más el maravilloso paisaje de Las Dolomitas. Estas montañas en el norte de Italia capturaron mi corazón y mi cabeza desde hace años.


Me gustaría vivir cerca de ahí. Tal vez debería preocuparme, no por mi idea romántica de la contemplar un paisaje perfecto cada día por la mañana, sino de donde va a salir el dinero suficiente para que pueda subsistir. Pero no, llevo toda la vida pensando en el trabajo y en el éxito profesional. La imagen de Las Dolomitas se había empolvado desde hace unos cuántos años.


Creo que hay imágenes o lugares que captan el corazón de las personas. Por supuesto que nunca he estado en Italia, pero esa imagen colgaba en mi recámara cuando tenía siete años. Comencé a olvidarla, pero nunca se fue. En este caso, serán Las Dolomitas las que me ayuden a esperar lo mejor.


Estas montañas son como un calmante que me permite no perder la cabeza en medio de la jungla de cemento.


¡Ojalá pueda terminar ordeñando vacas en Las Dolomitas!

domingo, 19 de octubre de 2008

Para todos los que me lean

Hace algunos meses me propuse escribir algunos minutos todos los días. No me refiero a escribir notas periodísticas que encasillan a uno en rígidos moldes y tontas reglas. Se supone que en una nota periodística, entre otras cosas, no podemos poner calificativos. La escritura es bella y la combinación de letras producen emociones peculiares en los lectores, pero hay que ponerle ese toque especial a lo que escribimos, cosa que creo sólo logran hacer los periodistas muy experimentados. Por supuesto, yo no entro en esa categoría

Es posible que se pregunten por que casi no escribo en mi blog. La razón es simple. Para mí, es más sencillo escribir con la rudimentaria pluma y el anticuado papel. Las ideas fluyen más rápido cuando escribo a mano. Nunca he sido amiga del teclado de la computadora.

Tengo 20 años y nací en un siglo que sufrió muchos cambios y revoluciones. Cuando inició el siglo XX no existía la aviación; una carta tardaba meses en llegar a su destino, y muchas poblaciones de nuestro querido México todavía no contaban con luz eléctrica (de hecho buena parte de África todavía no cuenta con luz eléctrica. ¿Han visto las imágenes?).

Cien años después, 2001, y la comunicación es prácticamente instantánea. Cualquier persona que quiera leer este blog, sin importar en qué parte del mundo esté, puede hacerlo con sólo dar un click. La barrera geográfica de la comunicación se ha roto. El mundo, por lo menos en ese aspecto, se encogió.

Los blogs son un espacio maravilloso de comunicación a través del cual cualquier persona puede accesar al encerrado y secreto mundo de nuestros pensamientos. En el momento en que dé click en el cuadrito anaranjado que dice "publicar entrada" todas las cosas que pasan por mi cabeza en este momento dejarán de ser las ideas exclusivas de Alex y se convertirán en lo que Alex quiere que la gente lea.

En cierta forma, al escribir la mayor parte del tiempo en papel, he encerrado lo que pasa por mi mente, a menos claro que alguien tenga la paciencia de leer lo que escribo con mi horrible letra.

A mis fieles lectores, que creo que para esta hora son muy pocos, les prometo escribir más seguido en el blog. Es posible que lo que escribo no sea muy inteligente o interesante, pero si me siguen leyendo será por algo.

Como ya se habrán dado cuenta, soy una persona muy inconstante con las publicaciones, no sólo en el tema temporal, sino también en el temático. Muchos blogs están especializados en algún tema como cine, música, arte, religión, etcétera. A mi no me gustaría especializar mi blog porque , otra vez, me estaría encerrando en un solo tema y no podría escribir sobre lo que se me ocurra o quiera en ese momento.

Hay muchas coas sobre las que puedo escribir, pero parece que tengo la cabeza bien seca porque no se me ocurre nada. Por eso no escribo. No sé que le interesa a la gente. Lo que a mi me interesa no le interesa a los demás. Basta ver cuántos comentarios se han publicado en este blog. Sólo Nacif y Nabih lo comentan, y eso porque me conocen y me quieren (creo yo).

Habrá que ver qué pasa con el nuevo elefante rojo.

Los dejo por el momento con la expectativa.

martes, 6 de mayo de 2008

Lo que hace la diferencia


Esta entrada es un poco diferente a lo que usualmente publico en este blog. Últimamente me ha dado un no sé qué por leer poesía de todo tipo. Quiero compartir con todos los lectores de este blog, que a esta altura ya serán muy pocos o tal vez nulos, un poema que leí por primera vez cuando tenía 11 ó 12 años. Las imágenes que este poema ha creado en mi imaginación no se pueden borrar a pesar de los años que han pasado. Robert Frost, poeta estadounidense, lo publicó por primera vez en 1920. Con el paso del tiempo esta obra maestra se ha convertido en uno de los poemas más reconocidos mundialmente.


The Road No Taken


Two roads diverged in a yellow wood,

And sorry I could not travel both

And be one traveler, long I stood

And looked down one as far as I could

To where it bent in the undergrowth;


Then took the other, as just as fair,

And having perhaps the better claim,

Because it was grassy and wanted wear;

Though as for that the passing there

Had worn them really about the same,


And both that morning equally lay

In leaves no step had trodden black.

Oh, I kept the first for another day!

Yet knowing how way leads on to way,

I doubted if I should ever come back.


I shall be telling this with a sigh

Somewhere ages and ages hence:

Two roads diverged in a wood, and I—

I took the one less traveled by,

And that has made all the difference.


Imagen: memebers.virtualtourist.com