martes, 7 de agosto de 2007

¿Siglo prometedor?


Vivimos en el siglo XXI, un siglo que promete ser más suave que su predecesor. A pesar de todos los logros tecnológicos que vio nuestro mundo el siglo pasado, millones de personas siguen sufriendo de males tan grandes como el hambre y la falta de educación. Yo no sé si sea una suerte o una desgracia, pero, al parecer, nuestra generación es crucial en el rumbo que tomará nuestro planeta.

Creo que vivimos inmersos en una sociedad egoísta, frívola. A tal grado ha llegado nuestro egoísmo que en el mundo hay una nueva epidemia: la obesidad, epidemia que no sólo azota a los países ricos, sino también a países en vías de desarrollo como México.

La obesidad no es el único problema. Dos gigantes de Latinoamérica, Brasil y México, sufren de enormes brechas de desigualdad económica. Por poner un ejemplo, Carlos Slim es el hombre más rico del mundo, es mexicano, igual que los otros 50 millones de mexicanos que viven en la pobreza. Buena parte de los ingresos de Brasil se concentran en unas pocas manos, en otras palabras -les pondré una de mis frases favoritas- los ricos son muy ricos y los pobres son muy pobres.

Vivo en México, así que tendré que limitarme casi por completo a lo que veo en mi país.

La Ciudad de México, con sus luces, parques, museos, palacios y monumentos, atrae a millones de turistas de todas partes de nuestro país y del mundo. Y es que siempre ha existido un cierto encanto por México. Pero los inocentes turistas sólo acuden a ver sus maravillas.


Yo no soy una gran conocedora de la ciudad, pero puedo hablar un poco de los contrastes que se pueden ver aquí. Nos gusta pasear por los camellones del "lujoso" barrio de Polanco y comprar alguna pieza de ropa o joyería en sus exclusivas boutiques. Al comprar la bolsa Louis Vuitton, lo último en lo que pensamos es en que a algunos pocos kilómetros de distancia hay gente viviendo en los cerros y barrancas de la delegación Álvaro Obregón. El contraste se hace más fuerte cuando el paisaje de la Ciudad de México mágicamente nos transporta a las pobres favelas de Río de Janeiro. Desde las casas de las barrancas de la Álvaro Obregón podemos ver los lujosos y majestuosos edificios de Santa Fe.

Y yo ilusamente me pregunto el por qué de las cosas. Me imagino que las cosas son así porque estamos tan enloquecidos por satisfacer nuestros deseos más inmediatos, estamos buscando lo que todo ser humano busca, la felicidad. Es natural que nos comportemos así, queremos felicidad fácil e instantánea, pero no creo que una bolsa Louis Vuitton dé la felicidad. Estoy de acuerdo en que una bolsa LV te ponga contenta por un día, pero a final de cuentas no encontrarás la verdadera felicidad ahí.

¿Dónde está la felicidad? No soy filósofa, mucho menos teóloga, pero me atrevo a afirmar que la felicidad está en hacer felices a los demás, entregándose al amor hacia todos y aplastando al egoísmo que consume todo nuestro ser.

De repente pienso que dentro de mi hay dos personas, pero una de ellas, la Alex malvada, pronto tendrá que salir por la ventana porque en este mundo que demanda bondad, no hay espacio para las dos.

Imagen cortesía de: www.promorio.it

1 comentario:

Jorge Raúl Nacif dijo...

Muy buen articulo. Me gustó mucho, ojala todos podamos deshacernos de ese egoismo y darnos a los demás.

Naf