viernes, 25 de junio de 2010

El señor con la franela roja


Su grado de obsesión había llegado al límite. Cada vez que salía de su casa por las mañanas montaba en cólera por ver siempre al mismo "viene, viene" parado en la esquina de su calle. Era el mismo que la había felicitado en Año Nuevo con un abrazo, el que preguntaba todo el tiempo por su familia, y que cada vez se acercaba más a la puerta de su casa.


Pero este día no había sido el mismo hombre. Al salir de su casa y llegar a la esquina pudo ver por un brevísimo momento a otro uno de los tres "viene, viene" que han monopolizado la colonia, escondido detrás de una barda de buen tamaño (ya saben, para evitar que los delicuentes entren a robar). Sintió que estaba siendo espiada, pero no le dio mayor importancia.


Si le molestaba la imprudencia del primer "viene, viene" -al que por cierto ya se había encontrado en otros lugares no precisamente cercanos a su casa-, lo que le molestaba del segundo era el ridículo sombrero que usaba para protegerse del sol. Si se lo preguntan, el tercer "viene, viene" no es importante.


El sombrero del hombre número dos la molestaba muchísimo. Usualmente este tipo de cosas no molestan a las personas, pero para ella, persona sumamente delicada, el accesorio del pobre trabajador era horrible. El sombrero no tenía nada de particular, era café oscuro, de paja, modelo vaquero. Lo verdaderamente horrible era el tamaño de la copa. El pelo de Marge Simpson pudo haber entrado ahí.


Pocos días antes del suceso de la esquina, habia visto a número dos sentado en una banca que alguien amablemente puso al final de la breve escalinta de la entrada del edificio de la barda. Ese día el pobre hombre no llevaba puesto el sombrero. No pudo evitar pensar "¿Dónde habrá dejado esa porquería?"


Y la vida, que a veces resulta tan irónica, le dio la respuesta que necesitaba: En el toldo de un carro que número dos seguramente había lavado unos minutos antes, estaba sentado, tan inocentemente, el sombrero, pero no estaba sólo, junto a él, discretamente, se encontraba el trapo rojo tan característico de los "viene, viene" de la Ciudad de México.

Imagen: atr-digital.es

1 comentario:

Jorge Raúl Nacif dijo...

Gracias por escribir de nuevo, Alex . . . ¡¡¡¡

Y de verdad, que bien escribes, además te surgen ideas super novedosas, como este texto de los "viene viene".

Lo del sombrero estuvo genial!