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Es triste darse cuenta del poco valor que se le da a las cosas verdaderamente valiosas de la vida. Hay una canción ochentera que empieza diciendo algo como "sacrificaría la eternidad sólo por tocarte" (la puedes escuchar dandole play en el cuadrito de al lado). Y éso nos pasa a todos muchas veces a lo largo de la vida. Tristemente todos tenemos un precio: dinero, poder, éxito profesional, amor propio, etcétera. Es increíble darse cuenta de lo ciega que está la humanidad. Prometemos el sol, la luna y las estrellas, pero tan pronto algo o alguien más nos llega al precio, se nos olvidan los astros y nos dejamos deslumbrar por miserables foquitos de menos de 50W. No todo lo que brilla es oro.
Recuerdo perfecto que alguna vez alguien me dijo que la felicidad no llega desde fuera, sino que brota dentro de cada uno de nosotros. Nada externo nos va a hacer felices porque nuestra pobre alma siempre va a pedir más y más.
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