It's because of you I wake up every morning to struggle. I love you. "Virtute et numine"
martes, 28 de abril de 2009
jueves, 16 de abril de 2009
Final horrible de un día que es mejor olvidar
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOpUZtMcRW-UBHl8AihUUzQe6Kizz04qH0WAIRRHZvBj-6zTrIDKhdM0UVno88WRKZ__vEZFP0aQK1kBb4Mtz-G9tNemI4gXtJWVuSxhv9VQIxiKyNH1vVOIiSU1iuCOzm8hZtvZrZgPk/s320/yellow+day.jpg)
Buscó la mesa acostumbrada en su café favorito. Después de un hartante día de trabajo, lo único que quería era una simple taza del mejor café de Italia. No había terminado de leer todas las notas que le interesaban del periódico que compró en la mañana. Su mesa preferida estaba en una modesta terraza desde la que podía contemplar, durante los meses calurosos del año, cómo bajaba el sol para dar paso a la luna.
Sin embargo, hoy no era su día. La luz se fue en la noche y el maravilloso radio reloj que le había regalado su hermana se quedó parpadeando en 12:00. Llegó horriblemente tarde al trabajo y, como consecuencia directa, su jefe lo regañó. La comida, sopa de hongos y pechuga de pollo con HONGOS, le cayó mal. Sus zapatos, nuevos, le apretaban. Evidentemente, el día tenía que continuar así.
Una tipa había ocupado su mesa favorita y se tuvo que conformar con sentarse en la que estaba en frente. Quería, por supuesto, gritarle a la chica que esa era su mesa y que se fuera buscando otra, pero todavía quedaban rastros de civilización y buenos modales en su pequeño y horrible humor. De malas, se sentó. Una de las empleadas del café de inmediato le trajo su orden. Todos los empleados del café lo conocían bien, lo estimaban y sabían que su orden nunca cambiaba.
Cruzó la pierna, abrió su periódico de formato sábana - los periódicos pequeños eran, según él, poco elegantes y faltos de información - y empezó a leer una nota sobre las recientes actividades del carismático presidente Barack Obama. Tomó un sorbo de café y por unos instante bajó el periódico. El mal humor no se le había pasado y estaba furioso por no estar sentado en SU mesa. Si las miradas pudieran matar...
Decidió seguir leyendo sobre Obama. Tomó otro sorbo y vio a la chica nuevamente. Lo irritó enormemente que ella estuviera tomando capuchino por la tarde. Siguió leyendo su periódico. Tomó otro sorbo de café. El sol estaba cayendo de forma mágica sobre su mesa. Vio, literal y metafóricamente, a la chica bajo una nueva luz. Se dio cuenta del lindo vestido azul que llevaba puesto. Ver el listón amarillo que formaba un discreto moño en la cintura de la chica había sido lo mejor del día.
Siguió leyendo sobre Obama. La nota lo hartó y decidió contemplar algunas cosas más agradables que estaban a su alrededor. Trató de ver las ventanas de los otros edificios, los arreglos florales sobre la mesa y hasta el patrón de los manteles, pero continuamente su vista se posaba sobre la chica. Se había olvidado del detalle del capuchino y de la mesa. El listón amarillo, las flores y hasta los zapatos producían en él un encanto casi olvidado.
Su día había sido horrible, pero pensaba que hablar con la chica podría cambiar las cosas. Un listón amarillo podía hacer la diferencia, no sólo en el día, sino por el resto de su vida. Hace algún tiempo que no le pedía a una chica su teléfono. Había sufrido una grandísima decepción amorosa. A pesar de ser un tipo guapo y encantador, le faltaba seguridad para volver a iniciar una relación. Pero la chica estaba ahí, sóla, tomando su capuchino y jugando con el moño amarillo de su vestido.
Decidió acercarse. Se puso de pie, dio dos pasos y vio como un chico con un gran ramo de narcisos amarillos se acercó a la mesa, a SU mesa. El chico y la chica se abrazaron. Él, salíó de imediato, bajó las escaleras y pagó su café. Si hubiera escuchado la conversación...
- "Te hemos extrañado mucho en casa, " dijo el chico
- "Y yo a ustedes. Cómo están papá y mamá?"
- " De maravilla, pero la casa no es la misma sin tí, hermanita".
Sin embargo, hoy no era su día. De regreso a casa empezó a llover. Llegó empapado a su casa y triste se fue a dormir
martes, 7 de abril de 2009
Las fotos del recuerdo
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgy43nKzvo8Y3dDwVw2DAOXc1_RxR8wzmUjV-KHTB7Y-U5Kgl5uvJQ2nL29FUljE5ngVmNsn8ZoukSdtPWMXt7Hya1P7RCUUjDRGizng1Tbz4oNktjTtWvc98ETGqSZnNL76pkPERIlJlQ/s320/4%5B1%5D.jpg)
Filomena se fue a acostar una vez más. Para ella no era nada extraño, lo había hecho los últimos 99 años de su vida. Siempre seguía el mismo ritual: cepillarse los dientes, lavarse perfectamente la cara y ponerse crema. Acostada, se tapaba hasta el cuello, aunque hiciera calor. Esta noche, sin embargo, Filomena no apagó la luz. Sintió la necesidad de ver todas las fotografías que estaban puestas sobre el mueble colocado en frente de su cama. Su cuarto tenía un mueble color crema tamaño mediano, pero con cuatro grandes cajones. El mueble había sido motivo de curiosidad para sus nietos quienes habían descubierto que dentro había ropa y joyas que la abuela había usado de joven: guantes largos, de esos que llegaban hasta los codos, una pañoleta y unos abanicos traídos desde España, algunos collares de perlas y su anillo de compromiso. Sobre el mueble había varias fotografías, la mayoría en blanco y negro, y una lámapara de cerámica gris con grabados inspirados en el arte y cultura de Egipto.
Pero en este momento lo que le interesabe eran las fotografías.
Filomena había nacido un poco antes de que estallara la Revolcuión Mexicana. Su infancia fue difícil y ni siquiera pudo termianr la educación primaria. Desde pequeña, por el descalabro económico que sufrió su rica familia de hacendados, Filomena se vio obligada a trabajar cargando y vendiendo grandes ollas de barro. La única alegría que tenía durante el año era cuando llegaba la feria al pueblo. Ahí, Filomena se tomó una fotografía. Cerca de noventa años después, se vio con ojos de admiración. Aparecía como una pequeña niña con dos grandes trenzas, envuelta en un rebozo y delante de un fondo tradicional mexicano: el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl.
Filomena era simplemente Filomena, pero seis años después de haberse tomado la foto en la feria, se casó con Miguel, uno de los chicos más trabajadores de la ciudad. Su vestido no había sido nada del otro mundo, pero al verlo en la fotografía ochenta años después, Filomena se alegró. Toda la vida había visto a Miguel como el muchacho del que se enamoró cuando prácticamente era una niña. Según ella, ése había sido uno de los secretos de la felicidad en su matrimonio.
Su primera hija, María, había llegado, como se dice comúnmente, con torta bajo el brazo. La laboriosidad de Miguel permitió que la familia pudiera comprar algunas de las tierras cultivables que antes habían pertenecido a la familia de Filomena. Las lluvias de ese año provocaron que las cosechas de Miguel fueran ricas y que se pudieran vender en uno de los grandes mercados de la Ciudad de México a un excelente precio. Nació María y de inmediato la bautizaron. Miguel organizó una gran fiesta y se tomaron una foto con todos los invitados.
Cada uno de los niños que tuvieron Miguel y Filomena aumentó la felicidad en la casa y el dinero en las bolsas del marido, sin que necesariamente llegara a ser rico. Miguel llevó a la familia a la Ciudad de México. Visitaron el centro histórico, la Roma y la no muy vieja Condesa, pasearon por Chapultepec y se tomaron una foto frente al Castillo. También en ese viaje, Filomena, que había escuchado que en el día de su nacimiento Alberto Braniff logró elevarse en un avión por primera vez en cielo mexicano, pidió visitar la recién abierta Escuela de Aviación. La impresionaron las máquinas voladoras y para su sorpresa, uno de los pilotos experimentados la invitó a dar una vuelta en avión. Se le proporcionó la ropa adecuada, chamarra de piloto, gorro y gafas, y se divirtió más que nunca. Ella siempre había sido valiente y audaz. Por supuesto que se quiso retratar frente al avión.
Bodas, bodas y más bodas. Por fin, después de 25 años de matrimonio, su segunda hija - la primera se había metido al convento - les anunció que iban a ser abuelos primerizos. La llegada del nieto fue gran motivo de felicidad para Filomena y Miguel. Por supuesto que oragnizaron una gran fiesta para recibir al niño. Tan pronto nacio, se tomaron decenas de fotos con el bebé en el hospital. La favorita de Miguel estaba en el mueble de Filomena.
Algunos años después, murió Miguel. La casa quedó en silencio y por algunos años se dejaron de tomar fotos. Filomena quedó completamente triste. En un esfuerzo por hacerla olvidar lo que había ocurrido, sus hijos le regalaron un viaje a Europa. Se tomó fotos en Roma, Pisa, París, Madrid y Berlín. Pero en su mueble sólo estaba la foto de Filomena frente a San Pedro. Siempe había querido ir ahí con Miguel. Por supuesto que sus aventuras por Europa no le devolvieron la alegría, pero sí el nacimiento de su primer bisnieto en el 80. La familia se había hecho grande y el mueble estaba lleno de fotos. En el 2000 toda la familia se reunió para celebrar el cumpleaños 90 de Filomena.
2009. Filomena veía con mucho cariño sus fotos, cerró los ojos y finalmente entró en un sueño eterno. La vida, en efecto, había pasado frente a ella en unos cuántos segundos. Pensó que había tenido una excelente vida. Había vivido bien y había sido feliz.
Imagen cortesía de : http://members.tripod.com/~echa_muni/fotos.html
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